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14. Consonancias y disonancias, representaciones simbólicas


Consonancias y disonancias, representaciones simbólicas

 

Ya desde lo naturalmente concebido por el hombre existe una especie de definición acerca del bien y el mal, lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, lo bello y lo no bello. Sin embargo, se pretende ampliar este panorama para así entender que esto es simplemente un patrón establecido. El caso se podría plantear en un ejemplo cotidiano, una persona maneja con un acompañante, sin embargo, un perro se cruza y trata de esquivarlo, entendiendo que así de esta manera está realizando una acción correcta, en esta maniobra chocan contra un poste y el acompañante fallece. En este ejemplo se plantea un interrogante intrínseco que pretende demostrar que la acción correcta en realidad es la establecida por el patrón cultural. Exactamente lo mismo sucede a nivel musical.

Desde la época del cine mudo se comenzaron a utilizar disonancias a nivel musical para representar lo estéticamente feo, doloroso, o generar tensión en el oyente. Las consonancias a su vez se utilizan para representar lo opuesto.

Por esta razón, es importante entender hacia donde deseamos dirigirnos y que es lo que buscamos lograr en la persona que será parte de la experiencia.  Tal es así que debemos tener en cuenta el grado de consonancias y disonancias que utilizaremos en el obrar y su relación con el patrón cultural establecido.

Es sumamente importante la aceptación de la disonancia como parte de un proceso, y como un estímulo que genera en el oyente cierta reacción pre moldeada. De esta manera, podremos “controlar” cierto tipo de emociones que generen un acercamiento o un rechazo. Lo cierto es que si escuchamos una obra con disonancias durante cierta cantidad de meses u años terminará quizás gustándonos, pero naturalmente no nos producirá el mismo rechazo que en un comienzo. Este rechazo es importante y es importante conocer la respuesta fisiológica de la persona al enfrentarse frente a lo que rompe su sistema de creencia o “acostumbramiento”.

Generalmente lleva un tiempo en mis alumnos aceptar que las disonancias no son “malas”. Lo mismo sucede con el público solo que enfatizado, ya que es posible que inclusive solo los veamos una vez.

No es malo realizar una obra que, de ganas de vomitar a la gente, que le genere ideas suicidas o genere rechazo. Es importante tener en cuenta lo que se está generando y utilizar las herramientas para lograrlo. No estoy siendo bromista en este aspecto, el público reaccionara frente a lo que se exponga, aunque siempre puede resultar de una forma que no esperábamos ya que cuentan con su propia “historia de vida”.

Todo esto es explicado ya que se puede utilizar como herramienta, inclusive para generar contrastes, lo bello, o lo sublime. Lo mismo sucede con una habitación obscura cuando se prende una luz muy fuerte, genera cierto impacto. Esto se puede utilizar de forma musical.

La utilización de consonancias y disonancias variaran acorde a lo que se desee presentar y exponer, frente a los contrastes que se quieran lograr, y frente a las personas participes de la experiencia.

Finalmente, en el caso de querer utilizar disonancias sin que suenen tan impactantes, se podrán utilizar de forma estética u melódica, es decir como nota de paso, trino, o melodía. Así se generará una mayor aceptación en la persona. Al ser libre la improvisación no tiene por qué carecer de disonancias, realmente se les tiene demasiado temor, pero lo cierto es que frente a ciertas disonancias, una melodía principal totalmente “bella”, “sublime”, o “reconfortante” de puras consonancias será mayormente apreciada, logrando así el proceso de tensión y distención tan tratado y teorizado en el campo armónico.


 

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